14 abril 2018

Imbéciles

Tener dos padres imbéciles y monstruosos no les impide a algunos chicos sonreír y ser felices, al menos mientras andan en bicicleta.
-¡Mira para adelante!- grita el padre con un enojo que pareciera ocultar su profundo resentimiento.
La nena sigue andando, da una vuelta a la estatua de la plaza, sonríe, amplia y sincera sobre su bicicleta violeta. Saca la lengua, saluda al perro de una pareja y sigue.
Es posible que su padre la odie. Puedo imaginar razones: la culpa por todos los deseos que tuvo y jamás se animó a cumplir, la culpa por el cansancio de una vida que lo fastidia, que nunca terminó de elegir. La nena no lo sabe y ríe a carcajadas, o tal vez lo sabe y ríe de todas formas.
La crueldad de un hombre cansado es comparable a la de los peores dictadores de la historia y algunos niños son capaces de enfrentarlos montados en una bicicleta.

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