El vivía dos o tres pisos
encima de mi departamento,
nunca me importo saberlo.
Su imagen de borracho alegre
siempre me pareció demasiado hipócrita.
Pero nunca molesto a nadie.
La mayoría de las madrugadas
dormía en la puerta del edificio,
una sobredosis de vino y cerveza
creaba en el la imposibilidad motriz
de subir una escalera.
Pero siempre mantuvo la decencia
de no pedir ayuda.
Ya lo dije
nunca molestó a nadie.
Conversaba con el las tardes
de los martes
ese día yo no trabajaba
él nunca lo hacia.
La cortesía de los mates
nunca nos convirtió en amigos,
a mi me molestaba su olor
a prostituta vieja,
a él, si alguna vez le molesto algo,
fue no tener nada que beber
o tal vez el hecho de estar vivo,
no podría asegurarlo.
En el edificio vivía mucha gente,
después de quince años solo lo recuerdo
a el y a su olor.
Un lunes de julio nevó.
La chusma y hasta los decentes
se aglomeraron en las plazas para disfrutar
del espectáculo meteorológico,
y yo también.
El murió congelado en la acera.
Ahora paso los martes solo con el mate
y los cigarrillos en una tarde eterna.
Consorcio 67 by Juan Pablo Alegre is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.5 Argentina License.
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