Nunca fui bueno para pedir lo que quiero y puede que nunca haya sabido donde estaba mi corazón. Tantas vueltas, tanto café, tanta gente saliendo de mi vida. Uno termina tan preocupado por no quedarse sólo que es muy difícil saber donde carajo está lo propio, lo tuyo, esa boludes que te permite levantarte todos los días. Poner tu corazón en otra persona trae varios problemas, el más claro es que nunca vas a ser feliz sólo. Por qué la felicidad es un proyecto, no un estado, ni un sentimiento y lo mejor es que ese proyecto sea tuyo. Un mínimo de egoísmo es necesario para evitar caer en la sumisión, perderte en deseos que no son tuyos, en lugares que no te gustan, en sentimientos sin raíces. Es rara la cosa, pero no es tan compleja. Los gatos lo saben bien, ni sumisos ni indiferentes pueden compartir todo hasta donde ellos quieren.
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