En el momento exacto en el que uno deja de respirar, de una vez y para siempre, algo pasa; es como si el eterno espasmo que nos sacude con una tranquilidad irritable, nos mostrara algo más que le propio hecho de nuestra muerte.
Dejo de respirar ahora.
Mis manos tiemblan intranquilas, las personas me miran, no perciben en una cara extraña, desconocida, algún tipo de anomalía. Pasean, pasan, sonríen, hablan.
Mi pecho convulsiona, movimientos peristálticos en mi tórax, mis pulmones se impacientan, están sedientos. Escucho mi corazón, como un tambor y como un eco. Mi sangre, que ahora siento, fluye a un ritmo acelerado, al ritmo de un tango fatal. Mi carótida tiene un ataque de epilepsia y las venas de mi frente se hinchan y rellenan, no se porque me recuerdan a los cordeles del matambre.
Con mis ojos enardecidos y la conjunción sinfónica de todos mis síntomas dejo de ser invisible. Siento ruidos y palabras que me rodean, que me inundan. Una mano inocente en mi espalda intenta expulsar de mi algo que esta de más, algo que me hace mal; sin imaginar que lo que mi cuerpo quiere es algo que deberías entrar, sin pensar que haría falta mucha fuerza para sacarme los sesos de una palmada, el maldito cerebro se las ha ingeniado para que no pueda librarme de el.
Todavía no respiro, y no lo haré.
Escucho ahora la voz de mi padre o abuelo, no lo se. ¿Por qué haces esto chico? ¿Acaso no quieres vivir?. Los viejos, los mayores, siempre creen saber algo sobre la vida o de cómo debe ser vivida, aprovechada. La vida es una pregunta retórica, redundante, es una contradicción. ¿Quién puede saber algo más que eso?.
No respiro, ni lo haré, todavía tengo que esperar.
¿Lloraran en mi entierro? ¿Dirán lo maravilloso que fui, cuando nunca me lo dijeron, cuando nunca lo sintieron? ( en esto esta puesta la honestidad en juego ) ¿ Me recordaran y seré inmortal a través de los tiempos? ¿Me recordaran a mi o al que ellos vieron? ¿Me quemaran y tiraran las cenizas al viento, para que me convierta en aire y suelo y agua en la lluvia y en vida de nuevo?... ¿Y que me importa?, ya estaré muerto.
Sigo esperando. La sangre inyectada en mis ojos casi no me deja ver, mi corazón en mis tímpanos no me deja oír, la electricidad en mi piel que ya no siente nada, mi boca espumosa como el mar, comienza a ahogarse.
Sigo esperando, y mi mente torturada todavía no ha perdido la cordura. El desenlace lógico que trazó ha sido llevado a cabo y sostenido con entrega incorruptible.
Ahora escuchos su voz, única y poliforme, todavía me dice: te quiero, fui feliz, pero adiós. Y todavía le respondo: te amo, desde ahora y siempre. El amor fue y es mi vida, vida que ahora se me escapa como la arena entre las manos, como en un reloj de pocos granitos.
De a poco mi corazón deja de latir, mi sangre deja de correr, y cada pensamiento se alarga, se prolonga como la eternidad. No importa, si hay algo que aprendí en mi inmensa soledad, y lo digo sin ningún tipo de tristeza, fue a ser paciente.
Se acerca el momento. Ni túneles con luz, ni ángeles con trompetas, ni el tridente rojo que me pinché el trasero, ni mi vida en retrospectiva, ni imágenes ni sensaciones ni recuerdos.¡ Nada ¡. Estoy perdido en la vacía e infinita soledad limbica, limítrofe con la eternidad de la inexistencia. No me extraña, si la vida y la muerte son parte de la misma cosa -¿como esperar que sean diferentes?- creo que muero porque ya se y supe que era y es la vida y la muerte: son las dos caras de la moneda de la soledad, con la que alquilamos, por un tiempo, la existencia.
En el momento exacto en el que uno deja de respirar, de una vez y para siempre, algo pasa; es como si el eterno espasmo que nos sacude con una tranquilidad irritable, nos mostrara algo más que le propio hecho de nuestra muerte.
Y no esperen jamás que se los cuente, ya estoy muerto, aprendan de mi si lo desean, y sean pacientes.
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Hola. Me ha encantado este relato, cómo describes todo lo que le está sucediendo al personaje y el final es excelente. Feldades.
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