07 marzo 2012

La piedra en la zapatilla.

Confundir deseos con soledad,
soledad con todo lo demás.
Sin saber como empezó
o como podría terminar.
LLenarnos de todo lo que sabe
a vacio
y decir
que lo que nos hace falta
es amor.

Mejor nos vendría entender
que nunca fue el otro
sino uno,
la piedra en la zapatilla.
Mejor nos vendría saber
que todas esas palabra
que se elevan en el aire
como las volutas
del ultimo cigarrillo,
son el discurso del rey desnudo.

Salir a caminar,
hacer cosas simples,
los propios sueños,
hacer
lo que debes
con lo que queres,
siempre fue la respuesta mas corta,
la que nunca quise ver.



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20 febrero 2012

La música de las personas.

Cuando todo se convirtió en ruido,
ya no pude escuchar más la música de personas.
La mayor parte de mi vida murió.
Una forma de amar también.
Solo me quedaba mi vida.
¿Que iba a hacer?.



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16 febrero 2012

Había una vez un viejo en un balcón.

Un viejo en el balcón de un sexto piso toma mate con una escopeta apoyada sobre las piernas. Unos días atrás el mundo había terminado de irse a la mierda. La guerra, el hambre y la miseria acabaron por desatar la ficción de los estados, del amor y del humanismo. Cada cual se cuida a si mismo y no es fácil. Un grupo de niños de no mas de diez años ataca a una anciana, ya no para robarle sino para comerla. De las terrazas de los edificios cercanos ve caer a hombres y mujeres, algunas con sus bebés en brazos. El verdín de los desagües rojo por la sangre. Una nube de moscas casi impenetrable impide ver el suelo con claridad y el olor a carne podrida es capaz de poner rabiosas a las personas. El viejo escucha una sirena y a los pocos segundos ve pasar una camioneta policial con algunos uniformados dentro, por las ventanillas sobresalen los caños oscuros de sus escopetas; disparan sobre la anciana, sobre los niños, sobre los arboles y sobre los cuerpos crucificados en el suelo. Los escucha disparar entre gritos y risas. Luego doblan en la esquina y se convierten poco a poco en otro eco distante, otro rumor violento. El viejo toma un mate. Está frió.Ya no le queda agua. Del bolsillo de su pantalón saca un atado de cigarrillos, todavía le queda uno.



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24 enero 2012

Esperar un tren


  EL espera un tren que no llega a tiempo, sin la certeza de que vaya a llegar. Espera que un amigo baje, sucio y cansado, de un viaje necesariamente largo. Pensar en la mochila de su amigo es como pensar en un hogar definitivo en ninguna parte, lugar entre lugares, rincones entre rincones, como las dunas que cambian de lugar con el viento.  De tanto pensar, recuerda y, como recordar no es muy diferente que soñar ( al menos para el), ve la sonrisa de su amigo, tan alegre que parece lejana, como la felicidad. Pero su amigo, que jamás entendió nada de tiempos y distancias, como tampoco se molesto en separar los sueños y la realidad, lo abraza. Juntos son más que dos puntos separados en el mapa. Uno habla de lugares y silencios, el otro de tiempos y personas. Caminan por la calle, ríen. Se sientan en un bar y piden una cerveza. Al final entienden que la vida es vida en todas partes, lo difícil es vivirla. Las grandes revelaciones son tan simples que las supimos siempre, igual que los mejores consejos son los mas comunes: "quedate tranquilo" "no des más vueltas con eso" "cuidate" "no mires" “pará“. El Tema es que uno no logra entender como hacer cualquiera de estas cosas o no tiene intenciones de hacerlas. Los caprichos de la psiquis de cada uno. 
  Antes de despedirse de su amigo EL piensa que por culpa de su padre no puede llorar ni decirle a un hombre que lo ama. La mirada fija en el ultimo trago de cerveza que le queda en el vaso. Su amigo se levanta, se calza la mochila en un movimiento, da vuelta a la mesa y, con cierta suavidad, pone su mano sobre el hombro de EL, se inclina un poco y le dice algo como: -Dejate de joder-. 
  Un abrazo de despedida es muy distinto a cuando dos personas se saludan. Más cuando la separación es definitiva, más cuando en medio existe un amor que no requiere de raíces. Su amigo sale del bar y desaparece en la esquina. Tal vez tome  otro tren, tal vez un taxi, tal vez busque una parada de camiones. EL en el bar paga la cuenta y sale. Hace calor todavía y sopla el viento. Sin que su amigo, ni su padre lo vean, llora un poco, después ríe.
  En este punto de la historia hablar de trenes que nunca llegaron, de amigos que no están, de cosas que "en realidad nunca pasaron", como definir los limites de un sueño en una mesa de bar, donde no se tomó cerveza sino café y en donde solo se sentó un hombre; además de ser una tomada de pelo al lector, sería una mezquindad emocional para con EL.
  Un hombre triste se sienta en un bar, toma un café, ve pasar a la gente por la venta. Al salir de ese lugar ya no es el mismo. ¿Esa es nuestra historia?. Tal vez fue otra...


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